El hombre de 71 años viajó a España para conocer a su nieto. Allí se contagió y durante el vuelo de regreso a la ciudad le aparecieron los síntomas. Hace un año se confirmaba que era el primer caso en Mar del Plata y doce días después falleció. "Mi viejo era un fenómeno", lo recuerda su hijo.
Por Hernán Kloosterman
Cuando José Bensadon se subió en febrero a un avión para viajar a España, era todo alegría en su familia. Un acontecimiento esperado les había inyectado una dosis de felicidad: el 22 de enero nació Tirso, el segundo nieto de “Jacho” y Elena. Su hija, María Ignacia, había emigrado a Madrid en la crisis de 2001 y junto a un español, tuvo que atravesar un largo camino para cumplir su deseo de ser madre. Se le cumplió en enero, a los 42 años.
La llegada del bebé revolucionó todo y “Jacho” y Elena solo esperaban el momento de pisar suelo español. En ese momento, coronavirus era una palabra que se escuchaba esporádicamente y se la relacionaba con China y los murciélagos.
La familia Bensadon jamás imaginó que José, de 71 años, iba a contraer el virus en España para convertirse en el primer contagiado y la primera víctima de la pandemia en Mar del Plata.
Nacido en Mendoza, se recibió de ingeniero electrónico y tras pasar por el Instituto Balseiro en Bariloche y por la firma Philipps en Buenos Aires, se radicó en Mar del Plata. Junto a Elena, tuvieron cinco hijos: Federico (46), Julián (44), María Ignacia (42), María Elvira (38) y Tomás (30). Además tenían otra nieta, Federica (5).
En la ciudad, se desempeñó en diferentes empresas y se convirtió en un referente comercial del Puerto. Emprendedor, se mantuvo activo hasta el final. De hecho, viajó a España algunas semanas después que su esposa porque estaba atendiendo un emprendimiento familiar: habían instalado una lavandería como proyecto para sus últimos años.
Bensadon junto a Tirso, el nieto que fue a conocer a España.
En esa vorágine, “Jacho” viajó a España. Una fuerte descompostura los días previos a volar no le quitó el entusiasmo: había nacido Tirso y lo iba a conocer.
Estuvo dos semanas, viajaron a Valencia a visitar a María Elvira y compartieron momentos en familia. Del coronavirus, ya se hablaba con más intensidad pero todavía no se lo veía como una amenaza.
Tras la primera semana de marzo, Bensadon emprendió su regreso a Mar del Plata. Los síntomas leves que presentó al momento de viajar se agravaron durante el vuelo: fiebre, malestar y mucho dolor de cuerpo. A tal punto que ni bien llegó a la ciudad, no fue a su casa: le pidió a un amigo que lo lleve a la clínica donde quedó internado. Cuatro días después, los títulos periodísticos reflejaban el primer contagio en Mar del Plata. El coronavirus era una realidad palpable.
Con “Jacho” internado, todo fue una pesadilla para la familia. Tomás había viajado a España y mientras Julián llegó de Mendoza para acompañar a su padre, el resto de la familia que estaba en el viejo continente no encontraba la manera de volver. Eran tiempos de fronteras cerradas y cuarentena estricta. Finalmente, Tomás y Elena pudieron regresar y el 24 de marzo se conoció la noticia del fallecimiento.
“El consuelo de tontos que tenemos es que lo vio a Tirso, el primer hijo que tuvo mi hermana que fue la que la que más luchó con el tema embarazo. Fue especial. Tenemos ese recuerdo lindo. Y gracias a Dios se fue en un momento en el que sus hijos están bien”, reflexiona Tomás con LA CAPITAL. Y destaca el acompañamiento: “Nos sacamos el sombrero por los integrantes de la clínica. Hubo mucha gente que estuvo cerca, no paramos de recibir cariño. Montenegro, que lo conocía a mi viejo, me llamó un montón de veces y se puso a disposición”.
La despedida
El duelo fue muy diferente a lo imaginado, si es que se puede imaginar un duelo. No pudieron sepultarlo ni hacer una ceremonia y el mal trago se pasó con acompañamiento mutuo. Diez meses después, se pudo cerrar la historia. La llegada de las hijas de España reunió a todos los hermanos y pudieron hacer la despedida. “Mi viejo era fanático del golf y tiramos unas pelotitas firmadas por cada uno en la escollera y las cenizas las dejamos en la parroquia que frecuentaba. Ahí cerramos el capítulo”, recuerda Tomás.
“Mi viejo era fanático del golf y tiramos unas pelotitas firmadas por cada uno en la escollera y las cenizas las dejamos en la parroquia que frecuentaba. Ahí cerramos el capítulo”, recuerda Tomás.
En la familia se rememora con una sonrisa el último viaje y el encuentro de “Jacho” con Tirso. También alivia la tranquilidad de recibir mediante el cariño de muchos amigos lo que supo sembrar a lo largo de su vida.
“Nos deja los valores de la familia y de los amigos. Es lo que más remarco. Y la dedicación por el laburo y el ser buena persona”, reflexiona Tomás y dice que podría hablar mil años de su padre pero prefiere resumirlo en pocas palabras: “Era un fenómeno”.
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